La vida

es una burla contínua

a nuestra ingenuidad.

B.I.

Beatriz Iriart en México, 30 de enero de 2017.






Desde Monterrey con cariño / Día mundial de Conmemoración y Recuerdo del Holocausto

Hace ya algunas semanas que no he tenido comunicación con los lectores de Enlace, pues he estado fuera del país por razones personales, pero también tuve la oportunidad de viajar a Polonia justo en estas fechas, cuando el frío se convertía en la escarcha que recordaba a cada segundo ese viaje y lo que allá sucedió.


THELMA KIRSCH PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

No es fácil sacudir del cuerpo o de la memoria lo que se ha visto, ni intentar apagar un fuego que se inició en el corazón.

Yo, como descendiente de familias Ashkenazim, que llegaron desde Lituania y Ucrania, viví en un México libre y tranquilo.

Las frases que me recordaban que algo estaba mal (en algún sitio muy lejano a mí) eran dichas por mis abuelas: “-Termina toda la comida de tu plato, los niños en Europa no tienen que comer“
Y… ¿Quiénes eran esos niños que estaban en Europa? ¿Qué tenían que ver conmigo o con mis primos y hermanos?…

Ya lo dije; primos y hermanos.

¿Por qué mi papá no tenía cerca primos, tíos, festividades familiares o por lo menos cuentos y recuerdos que nos dijesen más de su niñez y de su vida?

Lo mismo me sucedía con otra rama de mi familia que no vivía en Monterrey, sino en la ciudad de México, pero la importancia que le vamos dando a estas historias van creciendo de acuerdo a la edad, al tiempo que transcurre y las convierte en algo visible, tangible, aparecen los hoyos negros de nuestras historias de vida.

Tal vez a mi mente llegaron las preguntas demasiado tarde, no procesé las ausencias y dejé tantos espacios sin respuesta que perdí los lugares, la gente y los cuentos que me hubiese encantado conocer…y que simplemente se fueron, desaparecieron, nehelam. Ya no hay nadie que los comparta conmigo.

¿Familia? ¿Amigos? ¿Talentos? ¿Intereses?.. No, ya no hay quien me lo cuente, y yo era tan pequeña y tonta que no tomé lo más importante. ¿O acaso no querían hablar de lo que ya no tenía remedio?

Estas interrogantes viven en muchos de nosotros, hijos y nietos de sobrevivientes, y tal vez en más de una ocasión valga la pena no tener las respuestas.

Llegamos a Auschwitz y lo primero que surgió ante nuestros ojos fue esa entrada que todo el mundo conoce y que tiene unas letras que dicen: “El Trabajo Libera”.

Los nervios y expectativas antes de aproximarnos empezaban a palpitar en mi cuerpo y en mi mente en movimientos rápidos. El frío, de 16 grados bajo cero, nos hacía detenernos, yo culpaba al aire por no poder seguir adelante, cuando me detenía en las paredes para no caer o a las piedras cubiertas de hielo que cubrían los caminos, y los acusaba por hacerme ser siempre la última de la hilera de gente que visitaba ese día el lugar.

Soy consciente que las razones eran otras.

Para mí no era una visita. Era un reencuentro con un pasado inmediato del cual todavía no me he sobrepuesto. Un pasado que pertenece a mi sangre y a mis huesos. A mi memoria y mi fisonomía. Un pasado que para mí es aún presente. ¿Acaso no nací apenas unos años después de que la guerra terminó?

Cada paso que daba en contra de esas fuertes corrientes de aire, significaban también un paso dado contra una muralla de manos y brazos, de bocas gritando su nombre, de ojos muy abiertos esperando ser reconocidos para ser traídos al mundo una vez más… una muralla de fantasmas que me detenían para hablar, para contarme su vida, y yo… yo quería escucharlos a todos.

Estar allí, sentada, con una fogata y pensarlos, recordarlos, memorizar los nombres que jamás fueron escritos en ninguna lápida porque murieron sin nombre, sin identidad, como si jamás hubiesen existido, y convertirlos en parte de mi vida, de mi familia. Después de todo, somos iguales, somos los mismos. Unos antes, otros después. Pero la muchedumbre me sumió en su oscuridad y quedé perdida entre barracas y toneladas de cenizas que ya no me permitió ver su futuro. Cenizas cubiertas por tierra, tierra que ahora es nieve, y que quizá sean flores durante la primavera.

Las barreras de todos los niños que me invitaban a contarles acerca del mundo de hoy, me instaban a quedarme allí, con ellos, a cantar las canciones que canté a mis hijos, mientras los jóvenes que no florecieron tenían tantas ideas para el mundo de hoy que hablaban todos a la misma vez. No, no pude anotar sus ideas. Cargaba con una libreta y un bolígrafo… pero la tinta se había congelado. Solo traigo en mi mente lo que escuché, los reproches hacia todos los que fueron parte de la irresponsabilidad más terrible: No haber escuchado, no haber participado para salvar a la gente que era masacrada sin tener culpa alguna. Esa irresponsabilidad es llamada hoy en día como Indiferencia.

Una indiferencia que tiene que acabar aquí y en el mundo entero. Cada ser vivo es una responsabilidad para todos. Nos lo dicen los sabios, la Torá, el mundo entero. Nuestra esencia como seres humanos. Nuestra ética dentro del judaísmo.

¿Por qué no empezar con lo que ya tenemos? Una comunidad que lucha por seguir un camino de valores y prosperar por un mejor modo de vida.

Ayer hubo en el Museo Metropolitano un evento al cual asistió la Sra. Dolly Beshtatandig, donde ella reveló, a quienes la acompañaron, la realidad vivida en ese sitio del que salió con vida. Los medios de información cubrieron el evento. Un suceso por demás doloroso.

También en el colegio toda la secundaria trabajó acerca de este tema para ir entendiendo qué sucedió en esa época y lo que significa la Solución Final.

También, tenemos otra fecha reservada para la comunidad, en la cual se recordará este suceso, en la cual deseamos que salga al mundo no judío o que no conoce la terrible realidad vivida que empiece a entender lo terrible que el Yetzer Haraa, o el ángel del mal, puede hacer a los hombres.

Todo esto se llevará a cabo en abril, esperamos que mucha gente se una a las diferentes actividades y sea un aprendizaje, un recordatorio de algo que no puede volver a suceder en el mundo, que ningún ser humano puede volver a vivir. Como cada año, se invitarán a diferentes escuelas para que acompañen a los niños y sean estos los que les expliquen y les hagan saber la tragedia de la Shoá.

Como siempre, todo será coordinado por la Maestra con Doctorado en Holocausto por Yad Vashem: Mónica Kligman.


Ansias
A  las y los sobrevivientes del Holocausto
Te he soñado tanto
en estos días
de potaje y pan.
Te he soñado tanto
con la escarcha y la hambruna
con las cadenas lacerando los tobillos
con el terror
instalado en la barraca.
Te he soñado tanto
LIBERTAD.
——-

Yo estuve en Auschwitz
A la memoria de Primo Levi
(1919-1987)

27 de enero del 2006


Yo estuve en Auschwitz.
Yo parí hijos
de amargura, dolor y espanto.
Yo anduve descalza
en el fango de un campo con flores segadas
al igual que las semillas frescas
de nuestros rebaños.
Y hoy a los 61 años
de la liberación del campo:
Soy una sombra
una mujer sin rostro.
La desolación y el hambre.
Yo…
yo estuve en Auschwitz.
———

Números
No preguntes, no esperes respuesta
ante las “bestias” somos una cosa
una carga
que odian y justifican.
La barraca está gélida
como el invierno allí afuera.
Sólo el recuerdo del terruño
es cálido y es bueno para dormitar
con ese sabor añejo.
No hay salida
en estos campos.
Pero podés esperar
una “selección”
metamorfosearte en pájaro
o sencillamente aguardar
un disparo
de “ocasión”.

*Poemas escritos por Beatriz Iriart


Fuente: enlacejudìo